


NUNCA PUDE HALLARTE
Desde que tuve razón de mis anhelos, con vehemencias te busqué amor que con pasos hacia la perfección caminabas. Te busqué en lo intrínseco del bosque, lugar en donde el silencio se interrumpe solo con el canto de las aves, con el trasegar de las aguas cristalinas de un riachuelo por su lecho de piedras lavadas y sus hojas depositadas por el viento penetraban hasta el fondo. Entre los elementos que discurren exógenos sobre el planeta en que naciste y que ambos habitamos sin encontrarnos. Te busqué en las nubes y sus prefiguradas formas. En la subyugante idea de intangibles y celestes delicados cuidados nunca te hallé. Cuando me creí afortunado de hallarte, las decepciones me alejaron de espejismos indudables. No fueron tales, los oasis que sediento de tu amor de lejos observé. Cayendo en la cuenta de mis engaños cada vez, tuve que sentir que el agua de mi sed se escapaba como humo de entre mis manos mientras perplejo comprendía que transitaba por nuevos fracasos, perdiendo cada vez la ruta de hallarte. Siempre con renovadas esperanzas, tras cada tropiezo emprendía la odisea de encontrarte nueva vez. Ya en las postrimerías de mi vida creí que era oro algo que resultó ser solo creencia y brillo promisorio en esa figura que mercadeabas, tan solo eso. Fue cuando hallé entre los escombros de tu vida la deslealtad tan temida y angustiosa. Con ella en evidencia pude percatarme que no era a ti a quien buscaba, que lo que creí brillo y oro era carbón oscuro que mutaría hasta ser convertida en cenizas dispersas por el viento. Darme cuenta de que eras nadie con historia funesta trasegada en el pasado. Que aquellas pasiones siempre fueron producto de tu propio y personal engaño, que solo fui ave en tu corral de mentiras y de historias con finales llenos de salvedades cuando realmente fueron de hecho inculpatorias. Me fui de tu lado sin hallarte perfección anhelada, porque no existes ni siquiera en el amor al que creí decoroso, justo, sufrido, benigno, regocijo, sin jactancias, noble, leal y fiel, in-concupiscente, honesto, honorable, empático y bueno. Tarde vine a ver que Áurea la regla teórica de oro te quedó grande y que jamás podrías ser lo que pretendes inmersa en los deseos morbosos de tus carnes. Mientras seas carne y sangre nunca podrás ser amor. Las promiscuidades te arropan, las concupiscencias son lujurias de anhelos infieles, de traiciones y deslealtades. Nunca te hallé amor... porque no existías donde buscado y en quien al parecer hallado. Porque te dominaban las pasiones propias y ajenas, porque te entregaste al enamoramiento libidinoso olvidando y soslayando virtudes que nunca llegaste a tener. Duele... ¿verdad?. Así es como muere la fe y se pierden las esperanzas, cuando los sueños se convierten en quimeras del alma. y tras el finiquito de la vida con la muerte, no hay más intangibles momentos en un cielo forjado con anhelos, vehemencias que son utopías en todo ello.
