

Momentos de ayer, lejanos...ausentes pero de linda
recordación cuando postrados de hinojos y sumergidos en dubitaciones de cara a sus promesas
construíamos un mundo especial y diferente para dos. Con detalles de amor adornamos el camino, quitando tropiezos y sembrando de rosas sus orillas, pisamos las huellas con antelación al encuentro. Nada fue oscuro al trazar en un lienzo blanco los colores suaves y sutiles de nuestras vidas. Cada día tramábamos la ruta, bitácora del seguimiento encauzado en ella mirando al horizonte
cada uno de nosotros sin aprehensiones, sin dudas, con fe, con amor y muchas esperanzas. Nada nos pareció adverso porque las estigmatizaciones no existieron en aquellos deleitables momentos. Primero encriptados cada uno en aureolas de pensamientos, forjábamos el plan de viaje por nuestras fantasías y por nuestras realidades sin tomar en cuenta las imperfecciones. No éramos en aquellos momentos imperfectos. Algo muy dúctil nos ha servido en todo momento, la volubilidad útil colocada por ambos en común acierto: Siempre deseamos ser compañeros fuera de todo otro molde del pensamiento. Y, hasta ahora este consejo ha sido paliativo y brújula para el norte que hemos seguido. Cada día es un compás de espera y cada pregunta una inquietud momentánea, porque sabemos escuchar a veces al silencio y porque sabemos que hay matices y variaciones en los sonidos del silencio. Y, ambos sabemos que para escuchar el silencio... hay que estar en silencio.

COMPAÑERA

