


ACUERDOS Y PLEBISCITO 2016
EN COLOMBIA
Relacionado con el tiempo en que cada renglón discutido y acordado durante transcurso de negociación en La Habana, Cuba, entre gobierno colombiano a través de delegados, y los cabecillas guerrilleros de Las FARC surge, que llevar tópicos, premisas y prerrogativas al pueblo según consideradas, es decir, al momento de ser consideradas y acordadas, hubiese allanado el camino a la comprensión ciudadana. Enfrentados entonces, a lo que pudo y debió ser, dirigido hacia la comprensión, se facilitaba y hacía expedito el camino para la aceptación asegurada de una mayoría de ciudadanos sobre un " sí " plebiscitario.
Aún si no se llevara a cabo lo anterior como realmente no ocurrió, todo el concepto que encierra el vocablo "PAZ" es grandioso y con atributos inmensurables. Es el concepto poseedor de un espectro de bondades que tiene como secuela, toda una gran derivación de beneficios significativos. Beneficios que inducen y conducen hacia la reciprocidad, la empatía, la condescendencia y a toda perspectiva que auto-acondicionada en el espíritu, por causa de la fe que dimana como expectativa segura de ésta y, desde un baluarte de esperanzas, la tan anhelada concordia, la tan anhelada paz como fruto del espíritu, como un fruto promisorio eventual para la existencialidad fraterna entre cada ciudadano colombiano con sus congéneres, otrora vez equivocados miembros de Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FARC por sus siglas en español ) se hubiesen obtenido buenos y mejores resultados.
Que este conflicto armado fuera producto de dis-conformidad, e inconsistencia político-social entre las filas de Los Conservadores en reclamos justos contra Los Liberales, que por faltas graves de incumplimientos sobre acuerdos y promesas llevados a cabo por éstos, se creó, y no hay discusión pendiente salvo por esta circunstancia histórica que fuera detonante para rebeldía de Los Conservadores contra Los Liberales. Sin embargo, es tiempo de considerar las causas de aquél entonces, llevando a la práctica cristiana el espíritu del perdón requerido, siempre y cuando las voluntades de los mercenarios no estuvieran escudadas tras el subterfugio, la trampa o los intereses mezquinos. Ello, Porque el solo hecho de acudir a negociar, no es el paso único que se debía dar en medio de las dudas, el escepticismo y las suspicacias sobre verdaderas intenciones por parte de los mercenarios
Pero, de tan solo escuchar onomatopeya en el vocablo-concepto "perdón", algunas personas acuden precisamente al escepticismo radical, retrotrayendo imágenes sobre posibles teatros en escenarios históricos, reales o hipotéticos del conflicto. Todo, según deseado o según el ánimo y grado alterado de escepticismo que cada uno poseyera en estos momentos, imaginando verse a sí mismo en un enfrentamiento con uno o varios mercenarios y persuadiéndose motu propio como de haber sido víctima en esa teoría imaginativa.
Que esta circunstancia imaginativa retrotrajera también epítetos e innuendos desgraciadamente desagradables y anti-cristianos, llegando a ser óbice para condenar y sentir desprecio, colocando retrancas contra las propuestas plebiscitarias, pudo ser un hecho o respuesta muy viable para este mencionado resultado. Sin embargo, no ha sido ni debe ser el caso, cuando una persona posee la facultad de imaginar, con salvedades al respecto por causa de menoscabo moral.
Toda imaginación relacionada con este tópico posee dos situaciones, dos circunstancias y dentro de éstas, dos teorías de conflicto, es decir, dos espíritus antagónicos en un mismo ser humano. Una especie de dualidad conceptual que induce a vivir dos ánimos contrarios, obviamente sin avenencias entre sí por lo propio. Esto sucede, por causa de formaciones conceptuales de cara al empuje cultural acondicionado por los hechos diabólicos en un caso, y en el otro, por causa de las características benignas del sentimiento pluri-direccional que induce y conduce al perdón con toda misericordia cristiana posible. Se trata entonces, de dirimir entre los alcances punibles de los hechos y las capacidades de perdonar tomando en consideración las convicciones por conciencia adquirida sobre las verdades que se hayan aceptado como buenas y válidas por parte de cada ciudadano enfrentado a la decisión. Sobre los alcances punibles de los hechos, la comprensión del daño, sus alcances y los escepticismos y suspicacias que cada uno pudiera adoptar.
Esta penúltima magnánima premisa del sentimiento pluri-direccional es
completamente deseable para poder tener irrigación sanguínea normal, en vista de que es prerrogativa anhelada, vivir en paz con uno mismo y en paz con nuestros congéneres, aunque éstos vivieran equivocados durante algún tiempo en las filas mercenarias de un conflicto ilegal armado. Sin embargo, en el caso contrario es diferente pero por concepto de convicción referente, a la verdad lograda y aceptada sobre intenciones aviesas por parte de los mercenarios.
Existe un vocablo-concepto que siempre ha sido vehículo para toda la diversidad conflictiva que existe y ha existido durante la historia total de la humanidad. Por causa de interacción con éste vocablo y concepto a la vez, sentimos aversiones, animadversiones, odios, rencores, xenofobias, fobias, racismo, y llevamos a cabo asesinatos, homicidios, guerras, antagonismos, nacionalismos, salvajismos en fin, todo tipo de actividad antihumana que nos coloca más allá del margen de la Ley, de lo punitivo, de lo dañino, en otras palabras, de la maldad, de lo impío, de lo injusto, de lo equivocado.
Este vocablo conceptual de marras, es el que nos coloca a propósito de toda esta maldad reseñada y de cada una de sus características, a ver tropiezos, escollos, guijarros, imposibles y dificultades tortuosas e insoslayables para llegar con el amor a cuestas, ante toda posibilidad y viabilidad humana de perdonar. Y, sin más preámbulos, éste indeseable maldito concepto es la egolatría. La Egolatría es una especie de auto- idolatría, con la que somos un sol alrededor del cual deben girar todos los planetas tipificados por nuestros congéneres. Alegoría además licenciosa, permisiva y megalómana que nos conduce a la práctica existencial de toda maldad consignada a este simple vocablo interactivo y negativo.
Por otro lado, si la paz en nosotros es un anhelo, si es deseabilidad del espíritu, si posee buenas y hermosas características y suficientes elementos promisorios para el sosiego, cabe preguntarnos...¿Soy tan deseablemente humanista como para querer vivir en paz con el prójimo?. ¿Son y serían el prójimos los ex-combatientes de Las FARC en tiempos de negociaciones y de post conflicto?. ¿Quién soy yo para predicar o dictar sentencias de cara a los hechos que me parecen punibles e insoslayables respecto a interacciones pasadas de los mercenarios de Las FARC ?. ¿ Quién soy realmente y de qué o cuál lado me estoy alineando como ser humano bondadoso al que se le requiere perdonar?. ¿Soy poseedor de la verdad, de mi verdad y justicia y... no pertenece a Dios esa verdad y... no pertenece a él la aplicación de la justicia?. ¿ Acaso soy quien debe juzgar a éstos personajes o es prerrogativa de otros ?. ¿ Cuál es mi deber bajo una premisa humanista ?.
Puede que una o muchas personas ambivalentes tengan ante sí como tendrían eventualmente, dos respuestas silabarias a cada una de las pregunta. Dos respuestas como si fueran carreteras bifurcadas o abiertas en dos direcciones, como si fueran figuras geométricas, y que llegado ante ellas dirigen y encauzan, una por el camino de las avenencias que conducen al perdón plebiscitario consignado a la respuesta positiva y tal vez deseable. Otra, la calle que conduce hacia las desavenencias, hacia todo lo que tipifican las razones tomadas de los hechos y circunstancias que mediaron y dieron formas punibles al conflicto, especialmente por parte de los que simplemente no se ajustaron a lo que fue causa para el conflicto, hacia la circunspección por conciencia y medida justa a tenor con ello. ¿ Qué haremos... cuál es el camino a seguir ? ¿ El que parece práctico, el bondadoso... el que nos conduce hasta el perdón, o el que parece incriminarnos culpándonos de ser injustos o de asumir derechos como acusadores tras encausamiento por delitos de lesa humanidad?.
Como espadas de dos filos se blanden verdades reales; se hacen especulaciones en torno a criterios elevados hasta llegar a ser convicciones, pero con algún morbo que puede alcanzar al espíritu en gráfica de criterios enfermizos que no conducen sino, a trastocar al espíritu y revolcarlo en gráfica de conciencia. Conciencia que nos deposita y coloca en lado opuesto a la deseabilidad frente a lo subleme. Por ello, es ponderable ir descoyando con claridades conceptuales, por sobre las oscuridades que se buscan adrede dentro de las mismas realidades, dentro de las mismas verdades mediáticas y dentro de las especulaciones. Hurgando en busca de convicciones para obtener razones como bases sustentadoras de un: "NO estoy de acuerdo ". O de un SÍ CONVENCIDO. Y real y efectivamente hallaremos lo que hemos buscado afanosamente. No porque el morbo que se ha cursado en ello es, o parece ser, satisfactorio, sino porque las bases sean sustentadoras de la verdad digna, honrosa, honorable y muy humana. No se postula que porque una verdad sea magnánima por necesidad deba ser



