No sorprende, a quienes comprendemos que debido a herencia retrógrada, gravosa y lapidaria de idiosincrasia acondicionada, los hijos de ésta en Latinoamérica no son confraternizadores y sí disociadores cuando de virtudes adherentes, avenencias, integraciones socio-políticas y buenas voluntades se trata. Debido a ello, no ha habido intento integracionista en esta parte del planeta que haya funcionado adecuadamente, y que no haya fracasado por causa de indisciplina, de intereses ególatras, políticos, sociales y económicos en todos los estratos de cada Sociedad Individual o colectiva.

En cada país Latinoamericano se observa tipificación de malformada idiosincrasia poli-direccional que impide a todo modelo de gestión producir resultados apetecidos. No hay en primera instancia: Confraternidad. El ser humano latino heredado y acondicionado de idiosincrasia como reseñada al principio, carece de esta virtud como fruto del espíritu y en defecto de ello. La mancomunidad es como una camisa de fuerza que se niega a sí misma, cuando se vive gregario con otros congéneres hasta en un mismo vecindario. Peor aún, cuando en las clases sociales más altas se construyen apartheid diferenciados por las capacidades económicas, profesionales y existenciales, de los que ostentan modelos funcionales y aparatosos  hogares con más espacios que los necesarios y más facilidades domésticas que las que pueden usar. Hogares que siempre se han construido con el sudor de las frentes de mal pagados y mal tratados jornaleros.

Como burlas descaradas sobre sí mismos han propuesto integraciones socio-políticas y socio-comerciales con pre-visiones incapaces de llevar empeño en las buenas voluntades, sino en planeaciones sobre cómo sacar ventajas de otros. Los representantes de cada Estado, llegan a los lugares de reuniones sin intenciones consensuales y cada uno con su propio libro sobre cómo deben funcionar en otros países, cuando los propios no utilizan sus métodos y éstos no han sido probados por ellos en beneficio de todos los constituyentes.  

El que coge prestado, es siervo del que presta. Esta es una máxima proverbial que ha sido tipificada en procesos de votación sobre tópicos cuyos consensos podrían afectar a quienes en mala lid, han prestado sus haberes afectando en las operaciones fiduciarias con dineros y patrimonios de los pueblos a éstos y que como escrito: En defecto y no virtuosidad, reciben de parte de los beneficiarios el aval como siervos al servicio de sus causas, aunque esas causas sean injustas. La indignidad del servicio, es producto de la compra a priori de ésta tras las operaciones fiduciarias como reseñadas. Ha ocurrido varias veces en Organismos como UNASUR. Se han hecho trueques de dignidades por petróleo en UNASUR. Se han vendido y comprado dignidades, confraternidades, adherencias, avenencias y voluntades con Los Bienes Nacionales de pueblos que luego pasan a ser desgraciados por esos repartos legalizados a propósito de intereses políticos amparados en ideales in-funcionales por malformados. Cuando se tienen que llevar a consenso los tópicos tratados, serán obvias las posturas de los indignos vendedores de honras patrimoniales, los que cogieron prestados y sus descaros corren en direcciones contrarias a lo que debería ser precisamente porque el servilismo ya ha sido pagado. Ha sido indignante ver y escuchar retóricas huecas de mal-dicientes empujando descaradamente sus hipocresías contra toda verdad que se ostenta esplendorosa y que por malformación idiosincrática es escuchada con leniencia, permisividad e indiferencia por todos los que saben y comprenden hasta dónde llegan las dimensiones de sus falsedades y callan. El que calla otorga reza otra máxima. Los hipócritas eternos, los legados de idiosincrasias bastardas, los desconfraternizados, los impropios, los lapidarios también pasan a formar parte de los indignos, callando sus verdades pero haciendo ostentación de irracionalidad Continental, con sus monumentales silencios de complicidad. ¡ Maldito legado histórico por indigno y retrógrado, maldita indisciplina Latinoamericana ¡ ¡ Maldita idiosincrasia bastarda y enojosa !.