

EN UN INSTANTE...
EN UN INSTANTE
Busca en mis letras los anhelos de tiempos lejanos, vehementes, sin reclamos, conformes con tus pensamientos, tus acciones y tus convicciones. Encontrarás en mi espíritu solo aquellas quimeras que no alcanzaste a comprender porque fueron frutos del alma. Lo intangible que fuera deseabilidad de mi existencia. Me viste derramar lágrimas, pero no llegaste a saber desde qué tan profundo de mi ser brotaban. Era difícil decirte porque ni yo mismo sabía explicar definitivamente porqué disfrutando de una felicidad tangible, la de estar a tu lado, resbalaban desde mis ojos y por orogenias de mi rostro, esos cristales salobres y amargos que discurrían junto a mis dubitaciones espirituales profundas. Un sabor amargo siempre fue producto de pensar en el día en que cualquiera de los dos faltaría al otro en un suspiro que inevitablemente nos obligara a decirnos adiós por cualquier justicia o fortuito momento. Fue por ello que un día ofrecí a tu espíritu como dedicación aquella melodía que acogiste como himno prefigurador de nuestras últimas miradas, de nuestro último instante. Ahora, tal vez adivinando o tratando de dar alguna explicación deseo que pienses en esas vehemencias de mi alma como el tránsito de mis lágrimas de felicidad al haber encontrado en ti algo que nunca creí hallar: felicidad. Una compañera como concebida y deseada, pero nunca antes conocida. Soñé despierto contigo sin dudas, lo recuerdo como de jovencito, pero sin saber que llegaste a la vida precisamente cuando dubitaba sobre ti sin conocerte y sin saber dónde ocurrió la gracia de tu nacimiento. Tarde y tras vivencias alejado de ti, Dios ocupó su tiempo en presentarnos de manera muy peculiar e increíble. Hoy, los dos sabemos que fue como un milagro. Y, no solo ello, también, que fuera realidad el momento de nuestro primer abrazo. Nuestros ojos encontrados no dieron fe de ello, porque ya la fe existía en nuestros corazones, ya la esperanza tenía su base en el amor que nos encriptó para siempre en nuestras almas. Así, podrían continuar mis lágrimas y ojalá ocurra en ese último momento, para que alguno quedemos con el recuerdo hasta la muerte de quien suceda al otro como la mayor bondad que Dios tuvo a bien heredarnos. Siempre encontramos el camino de las avenencias tras circunstancias existenciales y un beso siempre selló nuestras esperanzas, nuestros anhelos y se ensalzaron nuestras vehemencias dando gracias a Dios por permitirnos la gracia de estar juntos... hasta que la muerte nos separe. Un último deseo me asiste. Se trata de que Dios al ocuparse de nosotros, lo haga ... más allá o poco antes, de la muerte espiritual producto de equivocaciones que tengan a mal separarnos. El apóstol cristiano Pablo (Saulo de Tarso) escribió: El que crea que está bien... que se cuide de no caer. Circunstancias anómalas en el transcurso de la vida, nos enfrentan a situaciones difíciles en las que las circunspecciones son probadas y a tenor con las nuestras, es preciso estar atentos a todo cantar y movimiento. Para ello contamos con el consejo: Ser sencillos como palomas, pero cautelosos como serpientes. No dar nuestros años a cruel, no sea que mañana tengamos que decir: ¡Ay, cómo aborrecimos el consejo!. Cuando nuestros pasos por presurosos dejen huellas imborrables por el peso de algunas culpas. Hay caminos que al hombre y mujer parecen buenos y sus finales son de ajenjos. Hay placeres momentáneos o de un día cuyos sabores envenenan al espíritu y dañan la fe que otros han depositado en nosotros. Cuidemos de adulterar el amor, de ser desleales a los postulados del amor cuando reclama ser justo, empático y decoroso. Cuidemos de ser lascivos, de morbo pecaminoso de la carne y seamos fieles a las promesas que dieron formas a una relación con sanidad espiritual, moral y fehaciente. No desviemos el camino, que hay espinas que se eternizan en el alma cuando alguno toma un camino diferente.