Si haces acompañar tus sueños y pensamientos con algo tan sublime como las notas musicales, de esas que sumergen a tu espíritu en un éxtasis de espiritualidad sentimental,que enervan tu cuerpo y lo elevan hasta lo intangible,  por lo cual emergen en nostalgias tus remembranzas, surgen por otro lado las quimeras y sintiendo en un cerrar de las cortinas de tus ojos, que te transportas hasta un lugar de anhelos y deseabilidades a tenor con ello. Entonces, es cuando percibes sensiblemente, que eres espíritu, que tu cuerpo sobra en este espacio de idoneidad y tiempos, salvo por las quimeras que quedaron atrapadas en anhelos hasta convertirse en utopías. Utopías, porque es probable que ya sea tarde, y que ese viaje de vehemencias y anhelos termine justo cuando te das cuenta que tus realidades son otras y que en ellas debes incluir a tu ser humano. Eso te convierte en un conjunto de elementos tangibles. Es como caer del cielo a esa realidad que es tu vida en tiempo presente sobre el polvo de la tierra. Lugar en el que eres corruptible en la debilidad e imperfección  de tus carnes. En ello, porque de sus deseos nacen los pecados de la egolatría. Pero la salvedad  incorruptible seguirá presente en el alma y el espíritu. Sientes entonces la pena de ser y estar en indeseadas condiciones a pesar de llevar contigo los favores que como frutos del espíritu te asisten en aciagos momentos. Y… surgen en ti de nuevo las nostalgias, por ese lugar anterior donde  sentías tu presencia espiritual y del cual no deseaste salir y  bajar. Sí, bajar porque te hallabas en algo así como una eternidad deseable. Lugar como cielo preconcebido de paz, felicidad y silencio. Lugar en donde solo se escucha la voz de tu conciencia calmadamente. Lugar sin violencias en el que flotas con tu espíritu, tu alma y en tus desnudos sin pudores porque tanto tu alma como tu espíritu son incorruptibles debido a que no son materia. La materia corporal es como una miseria por defectuosa que se presta al engaño y al desengaño.  A ese desengaño que sientes al volver a tus realidades tangibles cuyas salvedades solo consigues cada que vuelves a dubitar remontando hasta las idoneidades de tus vehemencias, esas que hacen posible un vuelco al corazón cuando se convierten en  melodías que viajan contigo como en solemnidad de fondo musical, en el que no hay notas estridentes ni instrumentos con altisonantes voces. Viajando suave y lentamente, sin prisas, sin angustias, deseablemente, linealmente y solo con tus melodías y soliloquios en frecuencias moduladas y cadencias suavemente inmovilizadoras porque no viajan contigo los deseos de la carne y sin ellos no hay contorsiones que te obliguen, no hay ritmos y ni lirismos en compases anímicos indeseados. Es momento de idoneidad que se conforma con los frutos del espíritu para elevarte al mundo infinito desconocido y como levitando en condición media entre Alfa y Beta, que permite estar presente pero a la vez ausente. Presente para tu conciencia libre de ataduras concupiscentes y ausente porque vas dormido y moribundo mientras meditas y construyes en un mundo diferente. Lamentable solo que haya un reclamo terrenal de ti, porque del polvo de la tierra fuiste formado.