
MILINDA
Razón de peso y fuerza mayor en las dubitaciones del pensamiento. Encriptadas en lo sublime como una realidad tangible en virtud de las facultades de transcribir lo que una vez fue anhelo y vehemencia en el espíritu de un soñador por “milinda”.
Desde que tengo uso de razón milinda, he vivido momentos dubitativos en los que llegué a sentir algo profundo por una persona que sublimaba desde lo que entendía era amor del alma, del espíritu, del corazón. Siempre gustaba y procuraba tener momentos conmigo y mis pensamientos. Me abstraía del mundo sumergido en aureolas casi místicas de amor por esa persona que si te dijera que en algún momento tenía rostro estaría mintiendo. Al pensar y prefigurar una imagen femenina nunca lo hice tomando de referencia a ninguna niña conocida, y eventualmente ni siquiera a una mujer conocida al llegar desde la pubertad a ser adulto.
Vivía milinda, un mundo que prefabricaba yo mismo en el que sin conocer las características del amor, era elevado el sentimiento con una naturalidad muy propia de las deseabilidades del Ser cuando era adolescente. Fíjate, ni siquiera sabía que existían deseabilidades en el espíritu a tenor con ello. Sin embargo, soñaba. Soñaba despierto y hacía de ilusiones un mundo deseado para mi, en el que aquella figura sin rostro era una persona especial y una compañera. Sentía que amaba profundamente a esa doncella que colocaba a mi lado yendo a la par conmigo y vivía aquellos momentos extasiado y como fuera de este mundo, es decir, como si no existiera el mundo real allá afuera en el exterior de mis pensamientos.
Me parece increíble, que cada virtud que colocaba en mi Princesita como deseada y deseable, hoy vea de cerca en ti la realidad que hace tangible cada sueño, cada ilusión que colocaba en mis haberes espirituales y mis deseabilidades aventureras. Parece que no soñaba utopías y que en cambio soñaba posibilidades dentro de cada circunstancia que tomaba a bien considerar como sublime para vivir con mi Princesita aquellos dichosos momentos. Y es así, porque he hallado en ti los atributos que sublimaron mis pensamientos en aquellos tiempos de mi mocedad.
Pasó el tiempo milinda, pasaron las sazones y aquellas deseabilidades quedaron sumergidas en mi mente como si hubiese atesorado oro, diamantes, y prendas preciosas y que perdido el camino a su rincón en mi alma, quedaron relegados esos valores y casi en el olvido. No porque quise, sí porque nunca vino alguien y me hizo hurgar en mi alma hasta encontrar de nuevo tal tesoro. Había dado por utópicas y febriles mis elucubraciones dubitativas, llegué a pensar que solo eran producto de imaginación sublimada.
Hoy, entonces… he podido ver que el amor es más misterioso que lo que sabemos de él, que el amor en virtud de Dios que lo creó tiene virtudes celestiales más allá de lo que podamos comprender los seres humanos. Ello, porque lo que parecía imposible dentro de las circunstancias soñadas por mi, son planes tangibles en una realidad promisoria entre tu y yo, porque aquella Princesita sin rostro que colocaba a mi lado en actos de dubitación para amarla según sentía en mi alma y mi corazón, tenía identidad y un rostro que nunca ví hasta este momento. Podrás imaginar entonces porqué llevo tanta susceptibilidad y razones sensibles en mi espíritu tras este hallazgo tan vehementemente anhelado durante toda mi vida. Podrás entonces ver porqué acuden a mis ojos lágrimas y porqué acogido a la protección de Dios vivo rogando y pidiendo seas ungida, protegida y amparada por Él en todo momento y durante toda tu vida; ello… porque se que existes.
Eras ya para mi una Princesa desde antes y dejaste de ser un sueño para ser la más hermosa realidad que he vivido en toda mi vida. Tu amorosa forma de ser es tipificación de mis anhelos y doy las más infinitas gracias al Creador por permitir que te hallara y viera tus virtudes con diáfana y meridiana claridad. La dulzura de tu ser es aliciente en mi vida y cada una de tus palabras y acciones es muestra fehaciente de que eres esa Princesa en mis sueños y anhelos de siempre. Por esto, en esta alegoría sublime y al parecer tangible tipifica con tu presencia en cada dubitación de persona que recurre a ello, el cumplimiento de sus deseos, anhelos y vehemencias. Porque en todos los casos... ¡ tú eres milinda !.



