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INFIDELIDAD  I

Escuchando y observando en una información audiovisual a una Señora que no se autoproclamaba experta en asuntos de sociedad y familia, tratando el tópico de las infidelidades femeninas y masculinas, me interesó discurrir sobre ello. Y, mientras eso sucedía, alcancé a leer  un poco más allá del escritorio  otros títulos similares al que escuchaba, expuestos por otras personas. Interrumpí enterarme de los puntos de vista de la Señora, porque se me ocurrió plantear mis propios puntos de vista, reconociendo que serían hasta cierto punto diferentes, de cara a mis concepciones sobre porqué ocurren infidelidades. Debo comenzar desde lo que fuera una declaración amorosa por parte de una de las partes en tal circunstancia. Esto es, de lo que fuera comienzo interactivo para establecer un vínculo amoroso entre dos personas de sexo opuesto. Utilizando la premisa común en la que es el hombre quien lleva a cabo los avances amoroso. Es probable que deba recurrir incluso hasta los detalles culturales como propios en los buenos o malos haberes conceptuales dimanados de las vivencias de cada individuo. Siempre será obvio, que un enamorado traerá a colación un sentimiento al que le llamaría amoroso. Un sentimiento cultivado en posibles variados motivos y/o en posibles variadas razones. Para ser objetivo, no debo configurar razones y motivos como si fueran necesariamente  integración o como si ambos conceptos no fueran pudieran ser distintos o con algunas diferencias. Las motivaciones, necesariamente no son razones y viceversa, las razones no son motivaciones. Entonces, un enamorado pudiera estarlo por motivos  físicos o por razones intangibles o del espíritu. Pudiera estar enamorado incluso, por una combinación de ambas concepciones. Para estar enamorado por causa de motivos, estos pudieran estar cimentados en rasgos físicos tangibles y rasgos intangibles que necesariamente no sean por ello empíricos, cuasi-celestiales o que tengan que ver con alto espectro sublime. Por ejemplo: Una persona bien o mal pudiera enamorarse del metal de voz de una mujer, onomatopeya fonética o discurso fonético de la voz, y hasta incluso del desempeño comunicativo de la persona de la que se trate, hombre o mujer. Otros motivos podrían estar cimentados en el color de los ojos, las configuraciones labiales, faciales, esculturales, formas y maneras corporales, color de la piel, del pelo y otras configuraciones a tenor con sensualidad y voluptuosidades. Todos estos rasgos pueden ser inductores o conductores hacia las deseabilidades tangibles y algo subliminal hacia lo intangible, pero cimentado en los rasgos físicos. Todas las características y rasgos físicos de cualquiera de las partes no se pueden o no se deben clasificar como dentro de los calificativos que dan formas al amor, precisamente porque los rasgos físicos no son el complemento prioritario en ello.. Las  atracciones físicas no evidencian a la clase de sentimientos que dimanan del amor en propiedad. Esto es, el que una persona sea deseable o agradable a otra no ofrece mayores implicaciones al sentimiento que deseabilidad física que incluso puede llegar  a ser morbosa, concupiscente, impúdica, libidinosa y reactiva en cualquiera de esas direcciones. Existen otros motivos tangibles que llaman la atención y que tienen que ver con las maneras disciplinarias y enlucidos a tenor con educaciones, costumbres o tradiciones percibidas y conceptuadas. Por otro lado, un camino conceptuado sobre otras deseabilidades, esta vez del espíritu, trae consecuencias más a tenor con lo cualitativo en los reclamos de un sentimiento que requiere de las bondades amorosas, sus  evidencias como tales. Por ejemplo: Un reclamo cualitativo a tenor con la honra, la dignidad, la honorabilidad, la circunspección, de cuyas dimanan las buenas voluntades, el sufrimiento por benigno, la benignidad, el decoro, la insustanciación de la jactancia  por medio de la sencillez, la sinceridad, lealtad, fidelidad, la disciplina y las educaciones. Una combinación cualitativa entre motivos y razones amorosas es deseable, porque así es de deseable la combinación de un amor inmerso en las definiciones de Eros y un amor de principios fundamentales por medio del Agape. Esto es, un sentimiento cuya proporcionabilidad ofrezca mayor cuantía para ser motivo de enamoramiento que para serlo por sus razones sublimes por intangibles, espirituales y trazadas en los caminos de perfección. Esto es, que si el sentimiento ofrece proporcionalidad con mayor inmersión en las razones, que dan cuenta de las vehemencias del espíritu por el trazado de caminos hacia la perfección hay las mejores conveniencias mutuas entre dos personas y sus anhelos.

Entonces, estas dos premisas anteriores pueden servir de base para ir comprendiendo hasta donde podrían llegar las posibilidades amorosas en un par de individuos, uno de los cuales es pretendiente y

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