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LAMENTABLE

A raíz de inconveniente que como piedra de tropiezo se interpuso en la lucha de los venezolanos  para lograr su independencia y su libertad de un régimen  opresor en 2017, traigo a colación un pequeño comentario. Un comentario producto de la preocupación que me indujo a escribirlo, de cara a desconfraternizada traición que llevaron a cabo los líderes del movimiento libertario. Los efectos en conjunto que produjeron sus negociaciones a espaldas del pueblo y que invadieron a mi espíritu de incomodidades por considerar imjustas las acciones llevadas a cabo en el momento preciso en que

se desmadejaba el sistema  totalitario neo-comunista gubernamental

que tanto daño ha ocasionado a los ciudadanos venezolanos.

Que el potencial patriótico venezolano haya sido diluido por causa de traición, por el desconocimiento de actos heroicos tras enfrentamientos sin armas con un enemigo armado y protegido y por inducción arengada a marchar tras objetivos que de todas maneras serían infructuosos. Por desilusión anímica, el fervor inductivo se fue apagando. Y junto a las cenizas también yacen como escombros quemados las brasas apagadas de los que fraguaron para enfriar el caldo de cultivo para que todo esto sucediera. Ya no hay creencias porque hubo compra-venta y las esperanzas fueron vendidas por treinta monedas de fierro invaluable. Treinta monedas de fierro invaluable porque el compromiso fue vender al Cristo. Hoy, la división es evidente y no es para que sea diferente. Ya la mitad más uno no desea volver y se haya en una gran encrucijada porque sabe que perdió algunas batallas, y cree que va perdiendo la guerra. El enemigo sigue minando aspiraciones y ya el anhelo es por abandonarlo todo porque se cree que todo está perdido. No parece que de las cenizas se puedan levantar encendidas las brasas porque el dolor de una traición es demasiado grande y angustioso. Tan grande y angustioso, que junto con la fe, se desvanecen las esperanzas. Y ni siquiera el penacho sobre algunas cabezas y la cara pintada de la resistencia inspira para levantar el fuego. No ocurre, porque demasiados cristianos no saben o no desean verse inmersos en alimentar odio encauzado en el deseo de ser tan igual que el enemigo, tan despiadado como aquél que no siente algún resquemor al apretar un gatillo para ver caer a uno de sus hermanos; de aquél que con saña y cizaña empuja el morbo enfermizo detrás del abuso, la masacre y la tortura. Sienten no tener o albergar tanto morbo criminal en sus corazones, y se niegan a sí mismos a participar como les pide desde algunas convicciones el mismo diablo. Prefieren ser mártires y víctimas del engendro de maldad que usurpa el poder y lo utiliza contra quienes no son sus hermanos porque sea él mismo un extranjero. Ser víctimas de otros que sí son sus hermanos, pero que los domina el temor y las aprehesiones por saber cuál sería su destino de cejar en sus empeños. Y ante tal disyuntiva, prefieren ver caer a aquellos envileciendo más a sus espírtus y metiendo más profundo en el alma sus compromisos. Ya les importa nada obligar a un hermano a perder la vida. Ya no hay marcha atrás y solo el arrojo y el echar a un lado loa convicción cristiana les podría resolver. No queda tiempo a la cobardía o al miedo. y si quedara, entonces prestarse al padecimiento inverosímil promovido y acusado contra los que siempre se han vendido multiplicando a Judas aunque no sea por la venta del Cristo, sino por las compras con migajas de asfixiante crueldad alimentaria. La necesidad tiene cara de hereje.

 DUBITACIONES- ENSAYOS

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